A veces la vida te sorprende con regalos inesperados. Hace unos días recibí una noticia que me llenó de alegría, gratitud y una profunda emoción: El último hombre en Toribio, mi primera novela, ha sido reconocida con el Premio del Libro Ateneo Riojano 2025 en la categoría de Narrativa.

Un reconocimiento que emociona
Este reconocimiento significa mucho para mí, no sólo por lo que representa en términos literarios, sino por todo lo que hay detrás de este libro. El último hombre en Toribio nació como una necesidad de contar, de rendir homenaje a esos pueblos que lentamente se apagan, a esas vidas que resisten en el silencio del olvido, y a las historias que merecen ser contadas antes de desaparecer. Es una novela sobre la memoria, el arraigo, la soledad, el abandono y la dignidad. Pero también es una historia de esperanza, de resistencia y de valor.
Un viaje personal a través de la escritura
Escribirla fue un viaje personal. Me sumergí en recuerdos, en paisajes reales y ficticios, en emociones propias y ajenas. Quise dar voz al último habitante de Toribio, ese hombre que representa a tantos otros, a tantas otras, que han visto desaparecer todo lo que conocían y que, sin embargo, eligen quedarse, aferrarse a su tierra, a su pasado, a su identidad.

Un premio que da sentido y aliento
Que esta novela haya sido distinguida con el Premio del Libro Ateneo Riojano 2025 me confirma que esas voces han encontrado oídos que las escuchan, que la literatura sigue siendo un puente entre mundos, una forma de resistir y de abrazarnos a lo que somos.
La gala de entrega del premio fue un momento muy especial. Ver mi nombre proyectado junto al de tantos autores y autoras que admiro, sentir el cariño del público y de los compañeros finalistas, y escuchar el veredicto fue un instante que guardaré para siempre. Agradezco profundamente al jurado del Ateneo Riojano por valorar mi trabajo, y a todas las personas que me han acompañado en este proceso: lectores, amigos, familia, colegas, editor y quienes han creído en la fuerza de esta historia.

Seguir escribiendo desde la emoción
Este premio no es un punto de llegada, sino un impulso para seguir escribiendo, creando y compartiendo. Me anima a seguir explorando ese territorio literario donde la ficción se entrelaza con lo humano, donde la palabra se convierte en memoria viva.
Desde aquí, invito a quienes todavía no han leído El último hombre en Toribio a que se acerquen a sus páginas. Ojalá encuentren en él algo que les conmueva, que les conecte con sus propias historias, con sus propios paisajes interiores. Y a quienes ya lo han leído, gracias por sus palabras, sus mensajes, sus miradas.
Este reconocimiento es de todos. Porque escribir, al fin y al cabo, es un acto de entrega. Y cuando alguien del otro lado recibe eso con el corazón abierto, el sentido se multiplica.
Gracias, de corazón, por estar del otro lado de las páginas.